Los egipcios tenían un modo de
representar la vida completamente distinto al arte actual. La geografía de la
región hacía de la egipcia una cultura bastante cerrada, por lo que su arte era
completamente independiente y libre de influencias exteriores. Esto marcó una
gran diferencia con el arte de otras culturas que se estaban desarrollando en
la misma época, como la mesopotámica.
El arte contemporáneo está basado en la
transmisión de sentimientos, emociones e ideas. En cambio, el arte del Antiguo
Egipto buscaba la comprensión de la obra, es decir, la misión del artista era
que se entendiera perfectamente la realidad que quería expresar. Por esta razón
existía una serie de reglas y convencionalismos que todo autor debía saber y
que solo cambiaron por un tiempo durante el reinado de Akenatón y Tutankamón,
pero que poco a poco se fueron restableciendo.
Las reglas egipcias nos permiten
ver lo increíblemente jerarquizada que estaba esta cultura. Normas como, mientras más importante sea una persona, más
grande debía verse representada, demuestran la estructura y organización de
esta civilización. En el tope de la pirámide social se encontraba el faraón,
considerado descendiente de los dioses. Bajo él se encontraban todas las demás
clases, que iban desde sacerdotes hasta esclavos.
Es importante resaltar que al
artista egipcio no era considerado más que un artesano. No había diferencia
entre el que hacía vasijas y el que pintaba sarcófagos. Tal vez esto explica
por qué los artistas eran anónimos. Lo importante no era ser reconocido ni
distinguirse entre los demás, su única misión era servir al faraón, lo que se
consideraba un gran honor.
Por supuesto, no se puede hablar
del arte egipcio sin mencionar su elemento más representativo: las pirámides.
Las obras que en sus paredes se pintaban no eran para ser apreciadas y solo
podía observarlas el alma de la persona enterrada. Era como un museo bajo
tierra para que, según la creencia, cuando el alma bajara a este mundo pudiera
encontrar su cuerpo. Este “museo”, aparte de tener la vida de la persona
representada en las paredes, contenía todas las pertenencias de ella.
El arte egipcio es otro claro
ejemplo de que, a pesar de que un imperio caiga y, con éste, muera su cultura;
el arte sobrevive y marca para la eternidad la huella de civilizaciones tan
importantes como lo fue la egipcia.